Mi hijo, Luis, tenía nueve años cuando ingreso a nuestras vidas.
La echaron de su casa por glotona, les quitaba las tetas a sus hermanos para
comer ella sola, era chiquita, una bola de pelo, la muy sinvergüenza se adapto
rápido en poco tiempo todos nos encariñamos.
Le pusimos como nombre Lodi. Siempre nos demostró su amistad, le gustaba
acompañar nos en especial con mi madre siendo con el tiempo su más grande
compañía.
Gran guardiana, al menor ruido ya Se escuchaba su ladrido; su mayor pelea era
con su cola, se la quería morder de cualquier forma.
Siempre estaba esperándonos, cuando habríamos la puerta lo primero que
veíamos era a la Lodi que corría asía nosotros moviendo su cola acompañada
por un concierto de ladridos.
Muchas veces mis pensamientos volaban preguntándome que es lo que pensaría
en esos momentos de efusión amorosa en donde su lengua la repartía por todas parte
agradeciendo nuestra llegada, tanta amistad a cambio de tan poco, una
caricia en su cabeza y era feliz.
Siempre fiel, atenta, agradecida, enemiga de los gatos y extraños.
Pero el tiempo fue pasando para todos y ella no fue la excepción, hasta que en
diciembre del 2012 comenzó a mostrar síntomas de cansancio y falta de apetito,
creí que estaba pasando por un problema estomacal el cual curaba comiendo los brotes de pasto, pero no fue así , comenzó ha perder peso dejo de ladrar, ya no
era la Lodi de antes, le dificultaba mover las patas traseras pero mietras tuvo
fuerza siempre caminaba hacia mi, le acariciaba su cabeza y se acotaba en el umbral de mi casa, cuando caía la tarde la llevaba asu cucha para que descansara y en el
nuevo día me esperaba moviéndome la cola para que le acariciara la cabeza.
El veterinario, me dijo que estaba muy grabe, había contraído una enfermedad llamada moquillo, si pasaba dos semanas con vida podía, con suerte, tener
oportunidad, ósea de un cien por ciento tenia un veinte de posibilidad de vida.
El veterinario saco un recetario y comenzó ha escribir una lista de cosas que había
que darle y hacer. Cobro su honorario y con la cara triste me dijo quedo a su
disposición, mientras escribía en el recetario su número de teléfono, levanto su diestra para despedirse, lo acompañe hacia la puerta y el joven medico se
retiro despacio.
En mí brotaron, apartir de ese momento, unos sentimientos de culpa y tristeza
mientras me preguntaba: ¿porque no llame al veterinario antes?, ¿cómo hago para
hacer todo sólo?
Sandra, la enfermera que cuida a mi madre y que bautizo rocita, me ayudo en un principio. Pero para la perra ya había llegado su fin.
LA PREGUNTA:
¿Por qué no queremos gastar de más, (no todos piensan de la misma manera),
por un perrito?
La repuesta que obtuve fue: Loco ¡es un perro!
Si es un perro, que te ladra cuando esta contento y quiere jugar con voz; que esta
a tú lado en los momentos buenos como también en los malos, que llora cuando
le pegas pero siempre lo olvida, vuelve a tú lado y te lame la mano.
Sabes una cosa, la Lodi lo único que quería era tener un trapito para dormir,(adentro), comida y en especial que le rasquen la cabeza.
Adiós querida amiga, no se ha donde van los perros cuando mueren espero que
haya un rinconcito de cielo para ustedes y que allí tengas por siempre tú
trapito y que te rasquen la cabeza.
GRACIAS POR ENTRAR EN MI VIDA
GRACIAS POR DARME LOS TRECES AÑOS QUE VIVISTE COMO LA MÁS FIEL AMIGA.
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